miércoles, 25 de abril de 2018

Amor eterno

Al Mutamid, el rey poeta de Sevilla


«¡Dios decrete en Sevilla la muerte mía,/ y allí se abran nuestras tumbas en la Resurrección». Ese fue el último deseo de AL-Mutamid… y así lo escuchó también Ibn Ammar, su amigo y favorito, al que había nombrado Visir, unos días antes de la boda real con Rumaikiyya, la esclava de su harén por la que bebía los vientos desde que fue comprada.

Aquella decisión de desposar a una esclava encolerizó de celos a Ibn Ammar, quien amaba en secreto a su señor y liberó a la bestia de la pasión y del deseo que hasta entonces había conseguido controlar. Pero su lujuria fue más fuerte y saber que nunca podría saborear aquel cuerpo cincelado en músculos y dorado por el sol de Sevilla le obligó a cumplir el deseo de su señor Al Mutamid, unas horas antes de que se celebrasen los esponsales.

Al alba, juró amor eterno a su señor Al-Mutamid, entró en su dormitorio y le rebanó la garganta con una daga dorada. Y así el último reino Abadí, destronado, sería vencido por el enemigo al día siguiente.

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