domingo, 1 de abril de 2018

Otra del Silvio

Silvio Fernández  Melgarejo


La madrugada del 3 de octubre nos colamos en el cementerio de San Fernando para desparramar litros de Cruzcampo, comer adobo y cantar la ragazza del elevatore ante la tumba del rockero Silvio. Curro se encargó del adobo, llegó tarde con un cartucho que ofreció a la peña. Kiko tomó unos trozos del pescado, se lo llevó a la boca y apenas logró apartarse para no salpicar la lápida de Silvio de vómitos, mientras el otro se comía el cazón crudo que extraía del fondo del cartucho con unos palillos chinos. No dejó de bailar, agitar el botellín y cantar a toda leche: «lezaré ante ti, polque eles madle…». El viento le levantó el flequillo y, estupefactos, desde que lo conocimos en el parvulario, observamos, por vez primera, que tenía los ojos rasgados.

Así nació esa leyenda urbana, cuentan que una madrugada del 3 de octubre, unos cafres saltaron la tapia del San Fernando para regar los geranios de san Silvio con Cruzcampo, comer sushi y cantar a capela la lagazza del elevatole.

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