viernes, 11 de mayo de 2018

Reflexiones en el Patio de los Naranjos


Catedral, Giralda y Patio de los Naranjos


¡¡Puta vida!!

Perdonadme tal comienzo, aunque estar suspendido del techo te otorga cierta perspectiva para calificar tu existencia como mejor te venga en gana. ¿Qué hago por las alturas? La verdad: no lo sé.

Recuerdo que llegué a Sevilla allá por el siglo XIII, desde las bíblicas aguas del Nilo. Que viví acomodado en los siempre esplendorosos Reales Alcázares, hasta que morí. De viejo o de melancolía, que no sabría aclarároslo. Confesaros también que arribar a esta ciudad acompañado de una jirafa —más sosa que era— redujo considerablemente la prestancia que se esperaba de mí. Claro está que ser dueño y señor de uno de los grandes caudales del mundo consigue que tal orgullo permanezca inalterable, in saecula saeculorum. Amen.

¡No tenían que haberme colgado! Primero, disecado; luego, como burda copia en madera, pintada en verde. Mi espíritu altivo, no obstante, sigue presente a pesar del tiempo inflexible. Tampoco guardo rencor a los sevillanos, que siempre me miraron con asombro. Ahora bien, lo de llamarme el lagarto de la Catedral, eso, no se lo perdono. ¡¡Soy un cocodrilo del Nilo!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario