viernes, 20 de abril de 2018

Había una vez la Romería

Pepe, El Escocés


De Pepe el escocés (de escocés tenía más bien poco) nos atrevemos a decir que era un tipo vanguardista a lo tirolés, que usaba falda a cuadros, le daba al porrón de lo lindo y que se bebía el agua de las fuentes. Arrancaba por bulerías, aunque sus zapatos no eran con punta ni llevaba reforzado el tacón. Chapurreaba un alemán afrancesado seseante y restañaba las castañuelas que tiritaban las casetas. Luego un día desapareció y ya no volvimos a saber más de él.

Los lugareños lo han visto por aquí, eso dicen, vagando por las callejuelas con aire nostálgico, habladurías, fantasmadas y leyendas ambiguas. Pepe el Escocés, solo acudía cada año a la Feria de Abril para huir de la Irlanda recalcitrante y sus cazadores de presas, sospechosas de cojear de una pierna, lo que viene a ser de la otra acera, o más propiamente dicho, de condición sarasa. A nosotros ni nos iba ni nos venía que fuera lo que él quisiera, animaba la fiesta como nadie y se divertía como el que más, cuando la maldita posguerra.

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