miércoles, 18 de abril de 2018

Jeroglífico de las Postrimerías

Miguel Mañara lee la regla de la Hermandad de la Caridad, Juan de Valdés Leal


¿Habéis visto a mi esposo? Se llama Miguel. El pobre ha sufrido hasta cuando reía de joven.

Nació entre sedas y armaduras, condenado a obtener cualquier deseo. Transitó caminos que otros evitan, donde poder y deseo embotaban toda percepción. Eran años de oro y muerte, de ratas trepando por retablos dorados. Me creí capaz de cambiarle pero aprendí que su catarsis no llegaría por nuestro casamiento, sino por mi muerte. Morí sin amor pero luego supe que solo yo existía para él. Quedó como un papelito arrugado, imposible de volver a alisar. Por eso quise permanecer.

Cuando volvió del retiro era otro Miguel. Yo añoraba al sinvergüenza que consiguió enamorarme, pero este Miguel hacía sonreír a Dios. Era oscura bondad, dolor, caridad como luz derramada sobre pobres y viejos. Y el oro, antaño derrochado en furcias y vino, relucía ahora sanando cuerpos febriles.

Murió hace tiempo. Llovió durante meses. Su nicho olía a claveles, mas no consigo encontrarlo. Y aquí lo espero, sentada ante este cuadro de Juan que me recuerda a él. Llorando por mi muerte. Alguien debe hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario