martes, 24 de abril de 2018

Siervas del amor

Casa natal de Santa Ángela de la Cruz en el barrio de San Julián

Lucía el sol el día que abrió los ojos por primera vez al mundo. La lana se amontonaba en cada rincón de su lecho y una cruz le hacía sombra desde la pared de su infancia.

Siempre quiso conservar su virtud en pequeños frascos aromados de lavanda, en labores al zurcir telas desgastadas por el tiempo. Tras unos años de caridad y oración abandonó el claustro; sentía la necesidad de crear una hermandad que acogiera a los más necesitados de alma y hacienda.

Prometió perpetuo voto de castidad y pobreza, sin embargo se dejó llevar por la vida y el privilegio fue vivirla con intensidad rindiendo homenaje a cada uno de los que asistía.

Lo demás… es mejor guardar el secreto. Fundar una congregación con las normas de lupanar a veces canoniza al que contribuye, a su manera, de un modo nada milagroso, lascivo y con una santidad por conciencia. 

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