martes, 1 de mayo de 2018

María de las Mercedes

María de las Mercedes de Orleans y Borbón en 1874


—Sabéis de sobra que este edificio se construyó varios años después de su muerte. —Tomás trataba de mitigar su congoja.
—Venga ya, no seas aguafiestas —le increpó su amigo Pedro—, seguro que las leyendas han creado algún tipo de vínculo con este lugar. Anda, ven aquí y pon tus manos en la ouija.
Tomás comenzó a acercarse, cuando un repentino cambio de actitud en sus compañeros lo paralizó y le heló la sangre. Todos se habían quedado mirando, con las caras desencajadas de terror, a un punto situado a sus espaldas.
—Si es una broma…
No le dio tiempo a terminar la frase, su voz deshizo la parálisis de sus amigos y salieron despavoridos. Antes de salir él corriendo también; miró por encima del hombro y pudo distinguir la silueta de una niña vestida de blanco.

—Mamá, ¿por qué decía ese chico que nunca estuve aquí? Y ¿qué quería decir con lo de mi muerte?
—No lo sé, mi cielo, todo es muy confuso de un tiempo a esta parte. Ven, sigamos paseando por los jardines.

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