lunes, 28 de mayo de 2018

Sucedió en Sevilla

"No veas que follón esta mañana"


Fue allí donde la vi por primera vez, alta y desafiante como la Torre del Oro, reflejos dorados en el cabello, aire nórdico, de guerrera vikinga. 

Los amigos me advirtieron: “Mejor, déjala correr. Como el río, va a su negocio y no se casa con nadie”. De nada sirvió. En un arrebato de enajenación, lejos de toda sensatez y dignidad, me puse de rodillas ante ella, para suplicarle que cenase conmigo esa noche. Ni siquiera respondió. Un “no” me habría dolido menos. 

Yo, que me creía un Don Juan, que nunca había sido rechazado por ninguna mujer, deambulé por las calles, perplejo. Una carreta de caballos, con más velocidad de la recomendada, me pasó por encima. Cinco turistas japonesas más un orondo cocheropueden ser una carga letal. 

Testigo de mis últimos momentos, ella se abrió paso entre la muchedumbre. Recordé el lema de la ciudad: “No Do –no me ha dejado-”. 

Sus lágrimas aliviaron los dolores del estertor. 

Sonreí por última vez, sobre su regazo. 



Ángel Saiz Mora

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