domingo, 8 de abril de 2018

Largos silencios


Paco, "El mudo de Santa Ana (o de Triana)"

Me miras. Estás de espaldas al muro y me miras. No puedes verme, pero sabes que estoy temblando y con los ojos puestos en ti, oculto en la húmeda cripta de la Capilla de las Ánimas. Pase lo que pase, no saldré. Siempre te obedezco, padre. Oigo los disparos resonar con el eco de las bóvedas. A través de la losa rota, te veo caer destrozado contra el suelo; la sangre empapa tu camisa gris. Con cinco años me quedo huérfano y mudo para siempre.

En la vejez, mi hogar es el silencio de las iglesias y la quietud del alma. Mi trabajo, ir de acá para allá abriendo puertas mientras acarreo el gran manojo de llaves que entrechocan por la retorcida coreografía que escenifico al andar. Mi lucha, no sentir el pudor de que Dios me permita cada primavera, cuando la gente bulle por las esquinas del arrabal, conjurar mi dolor. Y así, durante unos minutos, dejar de oír las balas para liberar los gritos que mi garganta quiso proferir frente a un muro.

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