viernes, 27 de abril de 2018

Ni María ni Manuela


Entre un mar de historias infundadas, nadie sabe cuál es mi verdadero nombre. Me llaman “La maldegollada”: así de pobre es la inventiva de la ignorancia.

Dicen que me casé con un sastre por dinero, que lo hice cornudo con un capitán y que me salvaron de la horca unos franciscanos. ¡Cuántas patrañas! Lo único cierto es que soy la más bella dama que pasea a orillas del Guadalquivir y que no tuve necesidad de matrimonio, porque nunca me faltó ella. La única que me enamora es Sevilla, sus calles estrechas al anochecer, su aroma a azahar...

Jamás he muerto; me voy reencarnando en cada esquina y todos los días tus ojos se posan en mi talle, mientras piensas: “¡Vaya mujer de bandera!” Si me miras con respeto, te haré un guiño como recompensa, pero ¡cuidado!, que si tus intenciones no son buenas también sé hacer el mal de ojo. Y recuerda, no soy de nadie, tan solo de esta ciudad, que me pasea por Triana, me abraza en El Barrio de Santa Cruz y me besa en La Alameda.

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