jueves, 26 de abril de 2018

Por un jubón

Monumento a Rodrigo de Triana en la calle Pagés del Corro

Dicen que corrió el rumor de una recompensa para el primero que avistara tierra en aquel barco infecto. Y que el vigía aguzó bien la retina hasta que una noche cantó el bingo. Pero el premio nunca llegó y, en su lugar, solo obtuvo un jubón de seda. De vuelta en Sevilla, estrenó su prenda nueva. Y de América, aparte de la exigua paga, trajo solo un aprendizaje: ya no más pedir por las buenas. 

Y cuentan las lenguas bienintencionadas, que se embarcó en otras aventuras, que conoció a más navegantes famosos que siguieron llevándose las medallas que cosechaban otros. Pero yo me quedo con lo que dicen las malas: que harto de piratas disfrazados de leguleyos, cogió la calle del medio, con muy buen criterio y mucha praxis, tal y como su padre le enseñó. Vendió el jubón y se largó a Berbería, a ejercer sin tapujos ni vergüenza la vocación que tanto y tan bien habían despertado en él aquellos meses de travesía por los mares de la desilusión.

Dicen que se llamaba Rodrigo de Triana.

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