martes, 1 de mayo de 2018

El Pasmo de Triana

Monumento a Juan Belmonte en el Altozano

Dice mi abuelo que para entender de toros hay que saber de la vida. Lo aprendió del maestro Belmonte cuando, siendo un chiquillo, se colaba en la plaza para verlo torear. Cuentan que hombre y bestia se movían como uno solo en lances en los que no sabías dónde empezaba el torero y acababa el animal. Tiempo atrás, los marineros de luces solo frenaban el embate de olas astadas, y este figura iba en busca de la tormenta y levantaba remolinos en la arena.

Pero no fue hasta aquella tarde en la estación, despidiendo a don Juan camino de Madrid, cuando descubrió que en parar, templar y mandar no gobernaba el capote. Pues relata que, mientras ayudaba al diestro, se abrió la maleta de par en par. Allí no había ni estoques ni muletas; solo un montón de libros de esos que llenan la testa de conocimiento.

- ¡Ya sabes niño! ¡Primero a formarse! 

Dicen que el segundo "pasmo de Triana" se lo ganó mi bisabuela Juana, cuando vio entrar a su hijo en casa para ponerse a estudiar.

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