viernes, 8 de junio de 2018

Paseo guiado por Sevilla




Oigo historias de mi ciudad natal que desconocía y que me transportan a un pasado turbulento de batallas con vikingos que subieron río arriba para asaltar la ciudad. Me imagino el entrechocar de espadas, los gritos y las velas del navío en llamas. 

La voz de uno de nuestros guías me saca de la ensoñación: 

—Para los barcos de vela, Sevilla tiene un camino, y por sus aguas se acerca un imponente barco vikingo. 

Así reza una de las historias que disfrutamos desde la seguridad de este paseo entre monumentos antiguos y sosegados. Aunque muestran las señales que el tiempo ha ido dejando en ellos, en estos momentos parecen impertérritos, como si nada ni nadie pudiera afectarles ya. 

Pero, sin previo aviso, el agradable paseo comienza a truncarse. Empiezo a oír el fragor de mil batallas que nadie más parece escuchar. Comienzo a sentir las heridas que seguramente padecieron aquellos guerreros. Mi mente, no obstante, se niega a aceptar el hecho como real. Seguramente, pienso, será fruto de mi delirante imaginación. Hasta que empiezo a paladear el herrumbroso sabor de la sangre en mi boca. 

Voy a morir y nadie parece advertir nada de lo que me acontece. Todos a mi alrededor continúan absortos en las explicaciones que nuestros simpáticos guías continúan ofreciéndonos. Incluido yo mismo, que con cara de bobo sigo pendiente de tan interesante aportación. 

¿Pero qué clase de broma es esta? ¿En qué momento me he disociado de mi propio cuerpo para vivir esta pesadilla que me acosa? 

Finalmente fallezco y es entonces cuando descubro que, en realidad, ya estaba muerto. Pero no ahora, no en ese momento, sino hace milenios y al mismo tiempo no aún. Todos los posibles escenarios de mis muertes desfilan ahora ante mis ojos.

Gustavo Macher Manzano

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